La palabra de Dios dice “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:13-14 (RV-1960)

Nosotros luchamos por llegar a nuestra meta y alcanzar nuestro propósito en la vida, pero muchas veces dejamos la carrera por miedo, por lo difícil que es o porque hemos caído y no creemos que podamos levantarnos; pero esta última idea es muy falsa, aún existe una meta y podemos llegar.

En realidad, debemos aprender a correr hacia la meta con paciencia, aunque parezca contradictorio es la verdad. La perseverancia que tengas será un pilar importante para que puedas llegar a la meta.

Un claro ejemplo es el de esta gran deportista Gabriela Andersen, una mujer Suiza que corrió en 1984 en los Juegos Olímpicos en Estados Unidos. Pese a la terrible humedad y a la elevada temperatura, que estaba cercana a los 30ºC, 50 mujeres afinaban los últimos detalles y una de ellas estaba a punto de levantar la ovación más grande en la historia de los Juegos Olímpicos.

La posición 37 estaba a metros de llegar a la meta cuando Gabriela Andersen aparecía, el público se encontraba de pie asombrado y al borde del llanto, la atleta tenía paralizada la mitad de su cuerpo y aún seguía caminando con un solo sueño; llegar a la meta y que el trabajo de años por fin tuviera sentido.

Muchos pasaremos por un recorrido duro, difícil, que incluso nos marcará y lastimará, pero todo valdrá la pena porque al final llegaremos a nuestra meta y la corona de la Vida es la que nos espera como premio a nuestra perseverancia y paciencia en nuestra carrera.

 

No te des por vencido, sigue corriendo sin desmayar que lo que tienes por delante es mejor que cualquier trofeo.

Miercoles 12 Sept 2018

La clave del amor….. Compartir

LUCAS 6:38 “Den a otros, y DIOS les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, DIOS les devolverá a ustedes.” (DHH)

 Cierto día un hombre santo estaba teniendo una conversación con el SEÑOR y le dijo: -“SEÑOR me gustaría saber cómo son el Cielo y el Infierno”.-

El SEÑOR llevó al hombre santo hacia dos puertas.  Al abrir una de las puertas, el hombre santo miró dentro y en medio del cuarto había una gran mesa redonda. En medio de la mesa había una gran olla de guisado que olía tan delicioso que se le hizo agua la boca al hombre santo. Pero observó que la gente sentada alrededor de la mesa estaba delgada, enferma y parecían hambrientos.

Éllos estaban sosteniendo cucharas con mangos muy largos que estaban atados a sus brazos.  Cada uno fue capaz de meter la cuchara en el pote de guisado y llenar como una cucharada pero por causa que el mango era más largo que sus brazos, no podían poner las cucharas dentro de sus bocas. El hombre santo se estremeció ante semejante cuadro de miseria y sufrimiento.

El SEÑOR le dijo: -“Has visto el Infierno”.

Luego fueron y el SEÑOR abrió la siguiente puerta. Era exactamente igual como el primer cuarto. Había una gran mesa redonda con el gran pote de guisado que también le hizo agua la boca al hombre santo. La gente estaba equipada con las mismas cucharas de mango largos, pero aquí la gente estaba bien alimentada, llena de salud, riéndose y hablando.

El SEÑOR le dijo: -“Has visto el Cielo”.

El hombre santo dijo: -“¡No entiendo!”

-“Es simple”- dijo el SEÑOR. -“Ésto requiere de una habilidad…”-. -“Mira, éllos han aprendido a alimentarse el uno al otro, mientras que los avaros piensan solamente en éllos mismos”-.

El verdadero sentido del amor es dar, JESÚS murió para darte todo por amor.

REFLEXION: Antes de pensar: “SEÑOR… ¿qué tienes para mi vida el día de hoy?” Pregúntale “PADRE ¿qué puedo dar a otros de lo mucho que ya me has dado?”

ORACIÓN: Gracias SEÑOR por las muestras de Tu amor. En Tu Santo Nombre, amén.